miércoles, 15 de abril de 2009

INVENCIÓN DEL TERCER MUNDO




(Arturo escobar)
La invención del Tercer Mundo, del antropólogo colombiano Arturo Escobar, es un libro cuyo objetivo manifiesta la desconstrucción de la noción de desarrollo, en la cual critica los modelos de imaginación de la realidad del tercer mundo: para el autor, desconstruir significa desmontar, desmantelar, o, si se prefiere una definición más elaborada, “des-sedimentar los estratos de sentido que ocultan la constitución genética de un proceso significante bajo la objetividad constituida”.

Escobar deja en claro desde un principio que el discurso del desarrollo no es otra cosa que un discurso de poder; un principio muy potente para estudiar los mecanismos y consecuencias de la construcción del Tercer Mundo a través de representaciones de la realidad. Esto le servirá para afirmar que el desarrollo es en gran medida un enfoque de arriba abajo, etnocéntrico y tecnocrático, que nunca fue concebido como proceso cultural sino más bien como un sistema de intervenciones técnicas. “No resulta sorprendente que el desarrollo se convirtiera en una fuerza tan destructiva para las culturas del Tercer Mundo, irónicamente en nombre de los intereses de sus gentes”.

El autor propone a hablar de desarrollo como una experiencia históricamente singular, y se embarca en la exploración de los tres ejes que definen la creación de este espacio de pensamiento y acción. Estos son: las formas del conocimiento que lo refieren, elaboradas a través de objetos, conceptos, teorías, y otros, y a través de las cuales llega a existir; luego el sistema de poder que regula su practica; y por ultimo, las formas de subjetividad alentadas por el discurso, que le permiten a las personas referirse como desarrolladas o en desarrollo.
La obra comienza con la aparición y consolidación del discurso y la estrategia del desarrollo en el periodo de la post-guerra, como resultado de la objetivación de la pobreza. En este capitulo el autor da cuenta de las condiciones históricas que hicieran posible este proceso, e identifica los mecanismos a través de los cuales se ha implementado la ideología del desarrollo.
Unos de los capítulos mejor logrados es aquel que descompone los elementos que informan el discurso del desarrollo sustentable. Este concepto trae una nueva construccion de lo social, la cual es presentada por escobar en forma de analogía. Unos de los temas acerca del desarrollo sustentable que el autor percibe con gran agudeza es el desarrollo de la pobreza. El autor realiza un análisis profundo acerca de cómo el concepto pobreza ha sido construido para justificar la intervención del tercer mundo en la cual este concepto está integrada por los occidentales y uno que otro tercer mundista con pretensiones cosmopolitas, es el crecimiento económico.

Escobar presenta una aguda crítica a cuatro aspectos del concepto de desarrollo sustentable: primero, la relación entre la humanidad y la naturaleza esta siendo reconfigurada en escalas globales, de manera que se pierden las perspectivas acerca de las grandes diferencias en los problemas de recursos y en la responsabilidad por el daño ambiental. Segundo, el problema de la pobreza engendra economías de visibilidad en las cuales los pobres son presentados como grandes masas irracionales y oscuras; tercero, el discurso del desarrollo sustentable reordena los componentes utilizados por los sacerdotes del desarrollo, y preconiza al crecimiento que debe ser sostenido y sostenible; cuarto, el advenimiento del desarrollo sustentable significa la muerte real y simbólica de la naturaleza, la que desaparece del espacio social al ser reconceptualizada como medio ambiente.

Otros de los aportes más novedosos que plantea Arturo, es la propuesta de etnografía institucional, una metodología diseñada especialmente para analizar las prácticas específicas de las instituciones del desarrollo, antes que a los supuestos beneficiarios. El planteo se fundamenta en que las prácticas cotidianas del hacer por parte de las instituciones no son únicamente racionales o neutrales, sino que producen y reproducen situaciones de poder. Mencionó también, la vía del posdesarrollo, surgida de la crítica postestructuralista, referida ésta a la posibilidad de crear discursos y representaciones alternativas a partir de una construcción participativa de las prácticas del saber y del hacer que otorgue una mayor visibilidad a las formas del conocer producidas por los propios sujetos.
De acuerdo con este enfoque, el desarrollo deja de ser el principio organizador de la vida social. Una menor dependencia de los conocimientos expertos da lugar a una revalorización de las culturas y otorga un mayor protagonismo a las movilizaciones de base.

En un texto breve titulado El “posdesarrollo” como concepto y práctica social, el autor sugiere “hacer visibles las formas de conocimiento producidas por aquellos que son ‘objeto’ del desarrollo destacando las estrategias alternas a los proyectos de desarrollo producidas por los movimientos sociales. La vía del posdesarrollo no implica, entonces, recorrer el camino del desarrollo en el sentido inverso, sino más bien pensar la intervención desde las políticas públicas de una manera distinta; gestionar un modo diferente de concebir la participación de los actores sociales en una opción que no sólo les permita ser vistos, sino que habilite el protagonismo de sus discursos.

Una visión del desarrollo como invención, como experiencia históricamente singular que no fue ni natural ni inevitable sino el producto de procesos históricos bien identificables. Incluso si sus raíces se extienden hasta el desarrollo del capitalismo y de la modernidad (el desarrollo se ha considerado parte de un mito originario profundamente enraizado en la modernidad occidental) el final de los años cuarenta y el decenio de los cincuenta trajeron consigo una globalización del desarrollo y una proliferación de instituciones, organizaciones y formas de conocimiento relacionadas con el desarrollo. Decir que el desarrollo fue un invento no equivale a tacharlo de mentira, mito o conspiración sino a declarar su carácter estrictamente histórico y, en el tradicional estilo antropológico, diagnosticarlo como una forma cultural concreta enmarcada en un conjunto de prácticas que pueden estudiarse etnográficamente.

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